Capítulo 8.- Víspera de Navidad

Con autorización del escritor veracruzano Juan Manuel Rodríguez Caamaño reproducimos el capítulo 5 de su nueva novela, Navidad en casa, publicada el 15 de diciembre por Amazon

— Hijo, ¿cuál sería tu mejor regalo de Navidad?

Me había preparado para esta pregunta varios días antes, pensando en todas las opciones que Juanito en alguna ocasión mencionó: un viaje, con sus primos, a todos los parques de Disney, como sucedió en varios de sus cumpleaños; una autopista, de gran tamaño, con autos a control remoto; una o varias consolas para jugar videojuegos, a los que era asiduo; cualquier equipo sofisticado para entretenerse en línea, cómodamente sentado en una silla con realidad virtual, o  cualquier cosa impensable para alguien de mi generación. Quizás el iPhone más nuevo, cuyo costo era más alto que mi ordenador. Cualquiera de estas opciones representaba una inversión considerable. No era un regalo común, sin embargo, no habría otra Navidad más para otro presente, así que no importaba en ese instante cual fuera su petición: estaba preparado para costearlo. Mis ahorros de toda la vida, ya no tenía sentido seguir guardándolos, cuando cada segundo se convertía en un año para mí.

Juanito me miró como jamás lo había hecho: se notaba emocionado. Me abrazó sonriendo y sus palabras fueron las menos esperadas, sin embargo, las más deseadas por mí y por cualquier padre a cada momento.

— ¿Mi mejor regalo? — me preguntó. 

Por primera vez no se abalanzó urgiendo algún regalo caro, visto en internet, al contrario, su voz fue seria y sincera, incluso sus ojos brillaron un poco como queriendo llorar. Parecía haber dejado de ser el niño travieso, con deseos materiales para sentirse feliz.

Pero lo que en verdad me tomó por sorpresa, fue lo que enseguida me dijo:

— ¡Mi mejor regalo, papá, sería que pasaras conmigo todas las navidades de mi vida!

Escuché su voz un poco entrecortada y más grave que de costumbre. Había olvidado que era un adolescente a punto de cumplir 13 años.

Su respuesta me sacudió y por mi mente pasaron mil recuerdos juntos: desde su nacimiento con su rostro hinchado y rojizo por el parto; su primer día de la escuela con el uniforme amarillo, que le quedaba un poco grande; su bautizo, con un ropón blanco que le lucía angelical; sus primeros pasos sobre la alfombra de la casa, después de algunos tropiezos; la primera vez que gritó: “papá”, en una tarde de primavera viendo el horizonte en el mar; su primer partido de futbol, donde el primer balón que tocó fue para autogol, pero jamás volvimos a tocar ese tema para superar ese obstáculo de su mente y solo pensar en cosas positivas; su primer declamación coral en la jura de bandera de la escuela al lunes siguiente del “Día del Padre”, que me hizo llorar frente a todos los padres de familia; sus primeros dibujos, donde aparecíamos su madre y yo en una casa o en el campo, con cuerpos de diferentes dimensiones; sus primeras cartas escritas para mí, de cumpleaños, las cuales guardó en el cajón inferior de mi buró. Pasaron hasta los instantes futuros imaginando que estaría con él, graduándose de la universidad con su toga y mirándome feliz; o casarse con una hermosísima mujer, igual de alta que él, mientras sentado en la iglesia doy gracias a Dios por ese momento; o gastando su primer sueldo en un bar y contándome experiencias de su primer trabajo; o recordarle después de los cuarenta años, como buen padre, que cada seis meses debe hacerse el examen de próstata para prevenir, consejo que seguramente mi padre me hubiese dado si aún viviera.

No pude contener por mucho tiempo el llanto, así que lo abracé muy fuerte y le dije al oído, antes de que la voz se me cortara por las lágrimas:

—Siempre estaré contigo, Todas las navidades, todos los días de tu vida…

Enseguida lo solté rápido y fingí debía ir urgentemente al baño. Adentro de esos muros de mosaico blanco puse música y estallé en el llanto más triste y alegre de mi vida. Alegre por las hermosas palabras recién pronunciadas por Juanito, pero más tristes también porque sabía que no podría cumplir su petición. No podía ni siquiera desahogar mi dolor golpeando con todas mis fuerzas los objetos del baño, porque él se daría cuenta y comenzaría a preguntar, sin embargo, escuchar sus palabras me generaban las emociones encontradas más fuertes de mi vida. Por un lado, sentía que podía morir tranquilo: mi recuerdo en su mente brillaría y sería recordado a pesar de no haber estado en los momentos más importantes de su vida. Por otro lado, me destrozaba en lo más profundo de mí, saber lo mucho que él deseaba pasar las siguientes navidades de su vida conmigo, cuando ya no podría hacerlo. Era como tener el mundo a mis pies, cuando ya no tenía tiempo para disfrutarlo, y sentía una frustración inmensa.

— ¿Papá, estás bien? — me preguntó mientras golpeaba la puerta del sanitario.

Por más que lo intentaba, no podía contener el llanto, así que intenté excusar mi voz entrecortada por la provocada por un malestar estomacal.

— Sí, hijo, sabes: esos tacos que comimos por la mañana me cayeron un poco pesados — le dije convincente, y enseguida alcancé a escuchar su risa.

— Papá, pero si tú tienes un estomago de acero: puedes comer piedras y no te pasa nada — me soltó en broma, y eso me hizo sentirme mejor, pese a las convulsiones de sentimientos que estaba viviendo en ese momento por reír a carcajadas.

— Ya estoy viejo, hijo. Ve prendiendo la tele que va a comenzar el partido de nuestros 49 de San Francisco. Ahorita pido tu pizza favorita para que lo veamos.

Todos los domingos, Juanito veía conmigo el futbol americano, aunque estoy seguro no entendía nada de ese deporte, pero disfrutábamos comer todo tipo de chucherías.

— Eres genial, papá, gracias; ¿te llevo una cerveza? — dijo entre risa y duda por mi estado de salud.

— Sí, por favor — alcancé a decir emocionado por el detalle de ver el partido conmigo, cuando de antemano sabía no le gustaba—, con una cerveza de seguro se me pasará el malestar.

Versión impresa

www.amazon.com/dp/B08QM128JL/

Versión digital

www.amazon.com.mx/dp/B08QMWB4VF/

DESCARGA AQUÍ LA VERSIÓN COMPLETA

Publicado por Juan Manuel Rodríguez Caamaño

Soy originario de Coatzacoalcos, Veracruz, y desde el año 2015 me dedico a la publicación formal de cuentos y novelas. Aquí estaré compartiendo cuentos completos y fragmentos de mis novelas que publico en Amazon.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar